NINA
Inspirado en una mujer chejoviana, el unipersonal
navega por aguas poéticas y dramáticas en su segunda temporada de funciones,
con libro de Patricia Suárez y dirección de Jorge Diez.
El hall de la Sala es el escenario
para la actriz, un espacio pleno de pinturas cuyos personajes parecen asomarse al acontecimiento dramático: a lo largo de 1 hora de espectáculo, Ana Padilla lo recorre
generosamente. Nosotros –espectadores– ubicados en sillas, la rodeamos en una
suerte de bifrontalidad espacial que nos permite asir el personaje desde distintas
y ricas perspectivas –un punto atractivo de la dirección–. Ella va al encuentro
del público, atraviesa la cuarta pared con toda franqueza para revelar páginas de su vida. La llaman “gaviota” (porque ansía descansar junto al mar). En verdad, es una actriz en sus 40 que, para sobrevivir y preservar su condición, trabaja en el guardarropas del Teatro
de Arte de Moscú (el mismo donde se reestrenó años antes La Gaviota, una de las
cuatro obras maestras de Antón Chéjov. Nina Sarechnaia está sola
pero no se entrega. La abriga la esperanza de regresar algún día al escenario, bajo la dirección del gran
Stanislavski: "Quiero probarla a usted en el papel de alguna de estas insulsas que no le llegan a los tobillos", ella sueña.
Todo el texto se recuesta en una actriz
convincente y penetrante, capaz de transmitirnos raccontos que podemos imaginar. Se muda de un vestidor a otro y revive recuerdos, mientras cepilla sacones de otros espectadores que, en la sala
contigua, asisten a otro convivio: el de Las Tres
Hermanas. Cada tanto, se escuchan murmullos y aplausos y ella, muy en personaje, cita algún texto consolidándose intensamente artista. El recurso del "teatro dentro del teatro" aporta vitalidad al monólogo y nos pone en otro juego teatral.
Patricia Suárez hilvana un relato muy
interesante, a partir de aquella dama ingenua cuyo perfil femenino -¡pretérito!– respondió al conferido por el autor: “marchita, lejos de la compañía del hombre". Nos la presenta varios años más tarde, como sobreviviente de un amor no
correspondido y con heridas profundas, pero de pie, entera y digna para lo que sigue.
Esta mujer-actriz-contemporánea nos habla del sutil dramaturgo, de cómo lo deslumbraban las actrices... Mastica y saborea con humor secretos jugosos de Olga Knipper, famosa en la época y esposa de Antón, actuando sin luz propia bajo el riguroso método
stanislavskiano (y la platea ríe).
Nina ha amado y no lo oculta. Todo un año embriagada de ilusiones. Luego el dolor, la pérdida, el desamparo y el frío. Más tarde, de vodevil en vodevil. Al igual que en
las obras del escritor ruso, en el texto de Suárez hay tristeza y alegría. En Chéjov lo
que expresa el personaje es tan importante como lo que calla. En esto la
dirección y la música construyen un trabajo preciso. Rony Keselman brilla al
colarse en lo no dicho y dicho, en la ausencia, pena y resurrección. Y mientras Nina desnuda su intimidad, no puede desapegarse del vestuario: agita alguna prenda, hurga en los bolsillos de otras o descubre traviesamente, alguna carta de amor. Pepe Uría lo recrea de modo impecable para situarnos en la helada Rusia de 1902.
Ella dialoga con
los abrigos como si fueran su público, y también con nosotros. Necesita
ponerse en palabras para rescatar su esencia. Definitivamente lo logra.⧫
👏 Muy buena
Patricia Lanatta
Hasta el 27 de marzo/ Funciones: miércoles, 20 h
➥TEATRO HASTA TRILCE/ Maza 177
⬎
Libro: Patricia Suárez/ Dirección: Jorge Diez/ Actuación: Ana Padilla/ Música original:
Rony Keselman/ Diseño de vestuario y escenografía: Pepe Uría/ Realización de
vestuario: Patricia Terán/ Realización de escenografía: Gustavo Di Sarro/ Luces:
Violeta Diez/ Fotografía: Gianni Mestichelli/ Asistencia de dirección: Carlos Fernández/ Diseño de arte: Carina Monasterio/ Diseño
gráfico: Schula Maiselman-Pol Bolea/ Comunicación: Alejandra Herren/ Redes sociales: Gustavo Passerino