sábado, 15 de octubre de 2022

MISTERIOS INSONDABLES DEL ALMA

Marcos Montes compone El hombre de acero

El actor ingresa al espacio escénico, lo hace desde la platea. Mientras termina de vestir su personaje -zapatillas náuticas azules, remera de marca, al tono, pantalón beige y cinturón coqueto- muy setentista, a lo sumo de comienzos de los '80, empieza a hablarnos. De manera cordial, precisa ciertos encuadres de la producción, da avisos a la platea sobre el uso del celular -no sin humor- y, de a poco, se sumerge en la convención teatral para encarnar su personaje. La luz nos sugiere ese pasaje. De pronto, lo encontramos en el centro de la escena: la cocina, más precisamente la isla de una casa cómoda, de buen pasar económico, podemos suponer. Sobre la isla, algunos mínimos utensilios. A su derecha, hay una habitación imaginaria donde está su hijo preadolescente, encerrado en el baño desde hace horas, angustiantes. A su izquierda, el cuarto matrimonial, donde descansa (o lo intenta) Irene, su esposa. Atrás, hacia el fondo, el jardín. En algún momento, la iluminación -recurso poderoso de la puesta- dejará ver el mecer de algunas flores en una danza con el viento. No siempre el protagonista las verá.
El hombre de acero, construido por Juan Francisco Dasso, exhibe la armadura del lenguaje: se presenta con él, nos seduce, repasa su vida y se recubre con él. ¿Qué enmascara? Un dolor lacerante, inefable; la ira por no poder resolver el drama familiar que lo aqueja desde el nacimiento de Neo. Al principio, no sabemos mucho de su enfermedad, excepto por las descripciones descarnadas del padre, que nos despabilan la verdad escénica del hijo autista.
Entre tanto, el monólogo cabalga sin pausa y el escenario del espacio Callejón, a nivel de la platea, nos acerca mucho más, la tragedia que el protagonista nos invita a compartir. La zona del espectador no es confortable, sin embargo, texto y personaje ya nos anclaron a la butaca y en silencio de múltiples matices, dialogamos con él. Sabemos la edad de Neo: trece años, de sus dibujos, del instituto especializado donde recibe educación y cuidados, sabemos también de un amigo y el 'incidente' -en palabras del padre- entre Neo y Dionel. Este último está en la platea, en un asiento vacío, es puro receptor bloqueado -dirá el protagonista-, y tiene el deber de escucharlo. Afectado por el mismo trastorno, produjo un acontecimiento maravilloso: logró que Neo pudiera "nombrarlo" y más, consiguió esa ¡esperada! conexión con la mirada, que sus padres jamás pudieron conquistar. Ante esto, el hombre de acero se derrumba frente a nuestra mirada, lentamente. El deseo está en las puertas de los adolescentes y la sexualidad los apremia de un modo distinto y brutal. Neo necesita a Dionel. Es tiempo de aceptaciones, de asir la realidad de una vez y para siempre, de beberla de un trago amargo, y nuestro personaje -imposible no abrazarlo a estas alturas- lo sabe.

Juan Francisco Dasso, autor y director del unipersonal

El texto del autor es cruel, como la trama que describe, con la palabra justa, sin eufemismos. El joven y talentoso dramaturgo, ganador por esta obra en 2019, del XII Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia, es un narrador inteligente. Conocedor además, de la temática que nos presenta, porque acercó su expertise teatral a instituciones especializadas en el síndrome de Asperger. Por tanto, ese mundo que nos convida, ferozmente doliente y paralelo al mundo, nos sacude (aunque quedemos inmóviles). Constituye una acertada versión del teatro independiente, sencillamente porque se atreve a teatralizarlo y en ese puente, nos humaniza.
Claramente, la invisibilidad del hijo, el amigo y la madre son recursos valiosos del unipersonal. Le quitan espesor a la pátina dramática que atraviesan personaje y público. Es por cierto, una herramienta que nos permite construir a los personajes en la intimidad de la imaginación. La escenografía dice desde lo mínimo. En el fondo de la cocina, hay signos de alguna fiesta pretérita. Relatan por su sola presencia. 
Cada tanto, el protagonista ofrece una delicia a su 'interlocutor bloqueado': cereales de colores, mezclados con leche en un bowl impecable. Es un menú de su época, del tiempo donde decidió instalarse: su propia adolescencia. Desde ahí se recuerda: los bailes primeros, los pasos de aquella música que estalla en su cabeza (suena la canción); el aroma de su sexualidad temprana.
Sin duda alguna, Marcos Montes -nominado recientemente a los premios ACE 2022- por su enorme composición, es un actor que atrapa al espectador desde que pisa la escena, lo cautiva con todos los claroscuros del personaje. Su trayectoria nacional e internacional, sumadas a una amplia y singular formación, lo habilitan de manera superlativa a la creación de este papá acorazado que le toca jugar. Sólidamente, encarna bajo la dirección potente del director, los misterios insondables del alma. ⧫

👏 HUMANA
      Por Patricia Lanatta

/ ÚLTIMAS 3 FUNCIONES /
➤DOMINGOS 16, 23 y 30 de OCTUBRE
➤A LAS 18:30 H.
📌ESPACIO CALLEJÓN
Humahuaca 3759 (CABA)

EL HOMBRE DE ACERO
Actuación/ Marcos Montes
Diseño de vestuario y escenografía/ Cecilia Zuvialde
Diseño de iluminación/ Ricardo Sica
Fotografía/ Christian Inglize - Laura Mastroscello
Diseño gráfico/ Luisina Jacinto
Dramaturgia y dirección/ Juan Francisco Dasso
Asistencia de dirección/ Ana Schimelman
Producción ejecutiva/ Zoilo Garcés
Prensa/ Carolina Alfonso