jueves, 12 de agosto de 2021

AMORES OTROS

Tan simple como su título, la obra nos habla de vínculos para andar y desandar caminos. Para crecer. La niña protagonista tiene 10 años, vive posiblemente, en algún lugar de la provincia de Buenos Aires, con su padre, un humilde capataz. Ha perdido a su madre y el campo es su gran patio de juegos. De pronto, llega al establo una vaca que da a luz una ternera. Y la vida de Ana da un vuelco. La versión de Lorena Romanin se construye para actores, titiritera y músico en escena. 
En el mundo de la titiritesca no es un procedimiento sencillo generar una unión poderosa entre un actor, en este caso, actriz (Luciana Grasso) y su nueva compañera de aventuras: un títere de manipulación directa, descubriendo además, a quien lo articula en un mismo plano. Sin embargo, ambas interpretaciones producen un lazo genuino, que captura a la platea de inmediato. La elección de Daniela Fiorentino es apropiada. Su instrumento, sabiamente diseñado (Alejandra Farley), le otorga credibilidad, tanto en la versión ternera –de entera corporabildad– como en la adultez –una cabeza que será completada por el cuerpo de la titiritera–. Cuerpo y mirada están puestos al servicio de Wiwi: uno con otro. Fiorentino pone en esta labor toda su expertise en el género, y lo invisible se hace visible. Es potente la escena entre los terrones de heno, cuando la vaca, asistida por el padre de Ana (Mariano Mandetta), puede parir. La operación es de gran estilización.
Ana y Wiwi se eligen y domestican. Corren entre los pastizales, juegan y pronto se necesitan. Wiwi se hará entender con su pata, golpeando la tierra, con mugidos a descifrar. En esto hay todo un mérito en la voz de quien la anima, para lograrlos, a la hora de alimentarse, pedir mimos a su partener, reclamar ayuda... Los días transcurren entre lo cotidiano y el afecto. Son cuadros que emocionan al espectador.

 
Lorena Romanin, actriz, dramaturga, directora y autora de las destacadas Como si pasara un tren, Todo lo posible, se sumerge con esta obra, en el teatro para la niñez. Decide eliminar la palabra, un recurso ciertamente ingenioso. Las caracterizaciones se componen desde la gestualidad, el vestuario y la música. Esta última marca estados y expresa a los personajes a través del folclore, de su danza, en varios momentos. Jorgelina Vera se luce en la interpretación de la propietaria del campo. Por medio de su baile, zapateo y uso de boleadoras, narra sus pretensiones sobre Wiwi, su ambición de poder. La dirección de actores y la puesta ostenta prolijidad.
Un capítulo aparte merece el diseño y la realización de la escenografía. Desbordante, irrumpe en el espacio del espectador, lo acerca, lo incluye. La naturaleza, rica en juncos y flores, rordea todo el escenario e incluso el fondo. Cuando Ana sale a correr a campo traviesa, el espectador la sigue con su mirada y la acompaña en una vuelta entera. Una gran pantalla nos proyecta el ancho cielo, a veces, azul profundo. Aquí la luz juega fuertemente en su tarea. Las mañanas son diáfanas, cuando Ana ofrece su rostro al sol y calienta sus manos cerca de la salamandra. Hay economía de objetos simbólicos: un carro puede enjaular; una soga puede ser prisión o libertar. 


El espacio teatral se transita sin límites: las amigas se fugan y atraviesan literalmente, la platea. La ganan.
De vuelta a la música. Yacaré Manso ingresa desde el minuto cero a la escena. No obstante, dejamos de verlo. Oímos chacareras, malambos y otros ritmos, a través del rasgueo de la guitarra, del repiquetear del bombo, de su canto. Un trabajo elogiable. En esta línea narrativa, el conflicto llega con sonoridades. Allí se endurece y desanuda: la dueña (¿dueña?) intenta apresar a Wiwi y ese duelo entre ambas es el climax de la historia. A pura acción dramática.  
Amante de los vínculos, la autora de esta versión nos propone esta vez, un amor ligado a la tierra; desliza con sutileza, la gran oportunidad que tiene el hombre para escucharla. Reconfortan obras como ésta, que llegan a las infancias con búsquedas estéticas inteligentes, privilegiando el valor de los lazos que nos humanizan.
El aplauso suena espontáneo, caluroso y agradecido.  

 👏 INTELIGENTE
        Por Patricia Lanatta

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  Elenco/ Luciana Grasso, Mariano Mandetta, Jorgelina Vera 
 Titiritera/ Daniela Fiorentino
  Músico en Escena/ Yacaré Manso
  Diseño de Escenografía y Vestuario/ Gabriella Gerdelics
  Realización de Escenografía/ Equipo del Centro Cultural San Martín
  Diseño de Vestuario/ Gabriella Gerdelics
  Diseño y Realización de Títeres/ Alejandra Farley
  Diseño de Luces/ Diego Becker
  Música Original/ Yacaré Manso
  Fotografía/ Yamila Nair Williams & Federico Cosso
  Dramaturgia y Dirección/ Lorena Romanin
  Prensa y Difusión/ Romina Pomponio
  Asistencia de Dirección/ Jimena Morrone
  Producción ejecutiva/ R. Pomponio, J. Morrone
         
📌 Funciones 👇
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