miércoles, 13 de febrero de 2019

CRÍTICA: UNA NINA SARECHNAIA INTENSA Y POR ELECCIÓN, SOBREVIVIENTE



NINA

Inspirado en una mujer chejoviana, el unipersonal navega por aguas poéticas y dramáticas en su segunda temporada de funciones, con libro de Patricia Suárez y dirección de Jorge Diez.
El hall de la Sala es el escenario para la actriz, un espacio pleno de pinturas cuyos personajes parecen asomarse al acontecimiento dramático: a lo largo de 1 hora de espectáculo, Ana Padilla lo recorre generosamente. Nosotros –espectadores– ubicados en sillas, la rodeamos en una suerte de bifrontalidad espacial que nos permite asir el personaje desde distintas y ricas perspectivas –un punto atractivo de la dirección–. Ella va al encuentro del público, atraviesa la cuarta pared con toda franqueza para revelar páginas de su vida. La llaman “gaviota” (porque ansía descansar junto al mar). En verdad, es una actriz en sus 40 que, para sobrevivir y preservar su condición, trabaja en el guardarropas del Teatro de Arte de Moscú (el mismo donde se reestrenó años antes La Gaviota, una de las cuatro obras maestras de Antón Chéjov. Nina Sarechnaia está sola pero no se entrega. La abriga la esperanza de regresar algún día al escenario, bajo la dirección del gran Stanislavski: "Quiero probarla a usted en el papel de alguna de estas insulsas que no le llegan a los tobillos", ella sueña.

Todo el texto se recuesta en una actriz convincente y penetrante, capaz de transmitirnos raccontos que podemos imaginar. Se muda de un vestidor a otro y revive recuerdos, mientras cepilla sacones de otros espectadores que, en la sala contigua, asisten a otro convivio: el de Las Tres Hermanas. Cada tanto, se escuchan murmullos y aplausos y ella, muy en personaje, cita algún texto consolidándose intensamente artista. El recurso del "teatro dentro del teatro" aporta vitalidad al monólogo y nos pone en otro juego teatral.
Patricia Suárez hilvana un relato muy interesante, a partir de aquella dama ingenua cuyo perfil femenino -¡pretérito!– respondió al conferido por el autor: “marchita, lejos de la compañía del hombre". Nos la presenta varios años más tarde, como sobreviviente de un amor no correspondido y con heridas profundas, pero de pie, entera y digna para lo que sigue. Esta mujer-actriz-contemporánea nos habla del sutil dramaturgo, de cómo lo deslumbraban las actrices... Mastica y saborea con humor secretos jugosos de Olga Knipper, famosa en la época y esposa de Antón, actuando sin luz propia bajo el riguroso método stanislavskiano (y la platea ríe). 
Nina ha amado y no lo oculta. Todo un año embriagada de ilusiones. Luego el dolor, la pérdida, el desamparo y el frío. Más tarde, de vodevil en vodevil. Al igual que en las obras del escritor ruso, en el texto de Suárez hay tristeza y alegría. En Chéjov lo que expresa el personaje es tan importante como lo que calla. En esto la dirección y la música construyen un trabajo preciso. Rony Keselman brilla al colarse en lo no dicho y dicho, en la ausencia, pena y resurrección. Y mientras Nina desnuda su intimidad, no puede desapegarse del vestuario: agita alguna prenda, hurga en los bolsillos de otras o descubre traviesamente, alguna carta de amor. Pepe Uría lo recrea de modo impecable para situarnos en la helada Rusia de 1902.
Ella dialoga con los abrigos como si fueran su público, y también con nosotros. Necesita ponerse en palabras para rescatar su esencia. Definitivamente lo logra.⧫


👏 Muy buena
     Patricia Lanatta

Hasta el 27 de marzo/ Funciones: miércoles, 20 h
TEATRO HASTA TRILCE/ Maza 177
Libro: Patricia Suárez/ Dirección: Jorge Diez/ Actuación: Ana Padilla/ Música original: Rony Keselman/ Diseño de vestuario y escenografía: Pepe Uría/ Realización de vestuario: Patricia Terán/ Realización de escenografía: Gustavo Di Sarro/ Luces: Violeta Diez/ Fotografía: Gianni Mestichelli/ Asistencia de dirección: Carlos Fernández/ Diseño de arte: Carina Monasterio/ Diseño gráfico: Schula Maiselman-Pol Bolea/ Comunicación: Alejandra Herren/ Redes sociales: Gustavo Passerino