Tan simple como su título, la obra nos habla de vínculos para andar y
desandar caminos. Para crecer. La niña protagonista tiene 10 años, vive posiblemente, en algún lugar de la provincia de Buenos Aires, con su padre, un humilde capataz. Ha perdido a su
madre y el campo es su gran patio de juegos. De pronto, llega al establo una
vaca que da a luz una ternera. Y la vida de Ana da un vuelco. La
versión de Lorena Romanin se construye para actores, titiritera y músico en
escena.
En
el mundo de la titiritesca no es un procedimiento sencillo generar una unión poderosa entre un actor, en este caso, actriz
(Luciana Grasso) y su nueva compañera
de aventuras: un títere de manipulación directa, descubriendo además, a quien lo articula en un mismo plano. Sin embargo, ambas interpretaciones producen
un lazo genuino, que captura a la platea de inmediato. La elección de Daniela Fiorentino es apropiada. Su instrumento, sabiamente diseñado (Alejandra Farley), le otorga
credibilidad, tanto en la versión ternera –de entera corporabildad– como
en la adultez –una cabeza que será completada por el cuerpo de la titiritera–. Cuerpo
y mirada están puestos al servicio de Wiwi: uno con otro. Fiorentino pone en
esta labor toda su expertise en el género, y lo invisible se hace visible. Es potente la
escena entre los terrones de heno, cuando la vaca, asistida por el padre de Ana
(Mariano Mandetta), puede parir. La
operación es de gran estilización.
Ana
y Wiwi se eligen y domestican. Corren entre los pastizales, juegan y pronto se
necesitan. Wiwi se hará entender con su
pata, golpeando la tierra, con mugidos a descifrar. En esto hay todo un mérito
en la voz de quien la anima, para lograrlos, a la hora de alimentarse, pedir mimos a su partener, reclamar ayuda... Los días transcurren entre lo cotidiano y el afecto. Son
cuadros que emocionan al espectador.
Lorena
Romanin, actriz, dramaturga, directora y autora de las destacadas Como si pasara un tren, Todo lo
posible, se sumerge con esta obra, en el teatro para la niñez. Decide
eliminar la palabra, un recurso ciertamente ingenioso. Las caracterizaciones se componen desde la gestualidad, el vestuario y la música. Esta última marca
estados y expresa a los personajes a través del folclore, de su danza, en
varios momentos. Jorgelina Vera se luce en la interpretación de la propietaria del campo. Por
medio de su baile, zapateo y uso de boleadoras, narra sus pretensiones sobre Wiwi, su ambición de poder. La dirección de actores y la puesta ostenta prolijidad.
Un
capítulo aparte merece el diseño y la realización de la escenografía. Desbordante, irrumpe en el espacio del espectador, lo
acerca, lo incluye. La naturaleza, rica en juncos y flores, rordea todo el
escenario e incluso el fondo. Cuando Ana sale a correr a campo traviesa, el
espectador la sigue con su mirada y la acompaña en una vuelta entera. Una gran
pantalla nos proyecta el ancho cielo, a veces, azul profundo. Aquí la luz
juega fuertemente en su tarea. Las mañanas son diáfanas, cuando Ana ofrece su rostro al
sol y calienta sus manos cerca de la salamandra. Hay economía de objetos simbólicos: un carro puede
enjaular; una soga puede ser prisión o libertar.
El espacio teatral se transita sin límites: las amigas se fugan y atraviesan literalmente, la platea. La ganan.
De vuelta a la música. Yacaré Manso ingresa desde el minuto cero a la escena. No obstante, dejamos de verlo. Oímos chacareras, malambos y otros ritmos, a través del rasgueo de la guitarra, del repiquetear del bombo, de su canto. Un trabajo elogiable. En esta línea narrativa, el conflicto llega con sonoridades. Allí se endurece y desanuda: la dueña (¿dueña?) intenta apresar a Wiwi y ese duelo entre ambas es el climax de la historia. A pura acción dramática.
Amante de los vínculos, la autora de esta versión nos propone esta vez, un amor ligado a la tierra; desliza con sutileza, la gran oportunidad que tiene el hombre para escucharla. Reconfortan obras como ésta, que llegan a las infancias con búsquedas estéticas inteligentes, privilegiando el valor de los lazos que nos humanizan.
El aplauso suena espontáneo, caluroso y agradecido. ⧫
👏 INTELIGENTE
Por Patricia Lanatta
↴
Elenco/
Luciana Grasso, Mariano Mandetta, Jorgelina Vera
Titiritera/
Daniela Fiorentino
Músico
en Escena/ Yacaré Manso
Diseño
de Escenografía y Vestuario/ Gabriella Gerdelics
Realización
de Escenografía/ Equipo del Centro Cultural San Martín
Diseño
de Vestuario/ Gabriella Gerdelics
Diseño
y Realización de Títeres/ Alejandra Farley
Diseño
de Luces/ Diego Becker
Música
Original/ Yacaré Manso
Fotografía/ Yamila Nair Williams & Federico Cosso
Dramaturgia y Dirección/ Lorena Romanin
Prensa
y Difusión/ Romina Pomponio
Asistencia
de Dirección/ Jimena Morrone
Producción ejecutiva/ R. Pomponio, J. Morrone
📌 Funciones 👇
Sábados y domingos de agosto, 17 h.
Septiembre:
sábados 4, 11 y 18
domingos 5 y 19, 17 h.
Centro Cultural General San Martín - Sala A
Sarmiento 1551, CABA
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