El bufón Bertoldo viene a contarnos una historia. Nos dice que hacer reír a los reyes y funcionarios ya no es cosa sencilla. Desde su desempleo, nos comparte lo que sigue.
Tres príncipes juegan a la pelota en un patio de armas de un castillo "muy torreado", de fantasía -nos aclara el enmascarado narrador-, y ante la señal de "acción", los titiriteros, que hasta el momento permanecían congelados en la escena, ponen en movimiento el balón, articulado con varilla por una titiritera. Vestida de negro y con antifaz, soporta el juego.
Hablan del poder de su padre, el rey, y de sus gobernantes: "aire, vacío y humo habitan la cabeza del primer ministro", comentan. Dos de ellos tienen cabezas de apariencia geométrica que los caricaturizan, puntualizando por ejemplo, la obsecuencia de Ajonjolí y Pompón (Ludmila Man, Ana Galati). Uno, sin embargo, es diferente, su nombre es Verdemar (Esteban Quintana) y su rostro es humano. Estos acertados señalamientos van introduciendo a la platea en los perfiles de los personajes, creados por su autor, Ramón del Valle-Inclán, hace tiempo y a lo lejos, en una farsa infantil estrenada en 1909, publicada y reeditada más tarde, dentro de la trilogía Tablado de marioneras para educación de príncipes.
Entrando en la técnica, los titiriteros los actúan desde la manipulación directa para cabezas y brazos, en tanto les prestan sus piernas.
Vuelvo al inicio, la pelota se va del juego reiteradas veces y se mete por la ventana del torreón, cuya puerta está cerrada con llave, que está muy bien guardada por la reina madre y además, colgada de su cintura. Existe una razón.
Suena una canción: "dame libertad, paloma real. Palomita, vuelas tan alto, sin temor al gavilán". Es la voz de un duende, capturado por el jardinero del palacio y prisionero en la torre. Se asoma al mirador y pronto llegan los acuerdos: devolverá la pelota a condición de ser liberado. Pompón y Ajonjolí no cumplen su palabra, en cambio Verdemar propone comportarse como un hombre de bien, en tanto el duende, hacerlo feliz en su reinado.
El diseño de las cabezas de los títeres
perfila la moral de los personajes
La música (Paula Vargas) marca la llegada de la reina (Lorena Azconovieta) En verdad, es un recurso significativo en la composición de los personajes, en la línea de parodiar la estéril pompa. Atuendo lujoso, acorde con su jerarquía, y rostro claramente cubista la retratan; sin mucho esfuerzo, un servidor le roba la llave. Ésta es representada por una figura plana que resuena... y, como por arte de magia, se manifiesta el duende verde. Articulado por tres titiriteras (Andrea Baamonde, Lucilia Mastrini, Yanina Campanini) para cabeza, piernas y brazos -manipulación directa y varillas-. Su aparición está enmarcada por notas de percusión, que apelan al universo del cuento maravilloso, y la titilante iluminación. Son éstas buenas resoluciones que encienden la imaginación en la platea.
Continúa sin pausa, el relato de caballería. Ingresa el rey Mangucián (Estanislao Ortiz) y el tono sigue aún más, en modo satírico para subrayar el acartonamiento y la ignorancia de los mandatarios. La pregunta silenciosa que a estas alturas flota en la platea es ¿por qué el duende cayó prisionero?
El drama del soberano es que deshoja las rosas de sus jardines reales, que se ríe desde lo alto de las chimeneas y emite un eco burlón, cuando se reúne en Consejo con sus ministros... Pero el genio ha sido liberado y comienza otra historia, la de los traidores de su majestad. Verdemar se ha exiliado.
Bertoldo, personaje crítico, brilla en la versión
La escenografía, trabajo ciertamente destacado, cambia y el bufón vuelve a escena, personificado por Bruno Gianatelli en una gran labor, desde que vincula la platea con la historia, manteniéndola alerta y agregando suspenso. Es un personaje censurador, que nos anoticia: "los bufones somos buenos para la gente holgazana y sin penas. Donde nadie come es la cosa más difícil del mundo el ser gracioso. Sólo en el Congreso hacen gracia allí las payasadas". Se acerca al público y, detrás de su máscara, dice más. Ariadna Bufano cuela por medio de este personaje, toda una crítica hacia el exceso y la crueldad del poder.
La escena transcurre en una taberna donde Verdemar y Bertoldo se encuentran azarosamente, y es aquí donde comienza el principal conflicto de la obra. El bufón, que estuvo al servicio de la hija del rey Micomicón, le cuenta que Blancaflor (Julia Ibarra) está en sumo peligro. Un dragón ruge ante las puertas del palacio para que sea entregada. El príncipe, todo un caballero, decide matar a la bestia, pero sólo una espada de diamantes puede ejecutarlo.
Sobresale en este punto un aspecto muy interesante de la puesta: la coreografía de los títeres y objetos. Mientras los personajes hablan, dos titiriteras, desde varillas, hacen danzar los contenidos del banquete.
Cobra vida la ambición, a través del bravo Espandian (Fernando Morando) y vuelven a lucirse los movimientos coreográficos, que enriquecen las acciones y evitan que los textos, de gran belleza poética, les pesen a los títeres. Geroma, su mujer, (Gabriela Zamboni) debe obediencia al marido y repercuten en ella cuestiones de género. Se suceden luchas entre Verdemar y Espandían. Al son de la música, la coreografía se nutre de humor.
El plan
Bertoldo propone intercambiar vestuarios para que el príncipe pueda salvar su pellejo de los villanos de Espandian. Una mensajera del rey informa que quien mate al dragón será esposo de su hija y obtendrá la dote, que es la mitad de la corona. Las cartas están echadas para lo épico.
El cambio de la escenografía nos conduce esta vez al jardín de rosas del rey Micomicón (Mariano del Pozzo). Entre el lago y los cisnes, llora la princesa, cuyo rostro es humano. Oculto tras el vestuario de bufón, se acerca Verdemar. Su deseo es verla sonreír y se compromete a salvar el reino con su vida. Es aquí donde cobra sentido la promesa del duende. En las manos de sus manipuladoras, el genio dibuja su hechizo.
La música habilita una nueva transformación escenográfica y es el bosque para la infantina y su comitiva. La duquesa (Morgana Marchesi) y el maestro de ceremonias (Estanislao Ortiz) observan el ritual: Blancaflor debe ser ofrecida a la fiera en la Fuente de los Enanos. Es tradición. Pero la blanca princesa plantada está para romper la regla y Verdemar, dispuesto a acometer la hazaña. Dos a atreverse.
Luces azules y una sonoridad que anticipa el asombro, presentan a la bestia. Su cuerpo aparece fragmentado. De a poco, los titiriteros (Lorena Azconovieta, Ana Galati, Ludmila Man, Gabriela Zamboni, Estanislao Ortiz) lo componen, lo despliegan con alas, cola y una gran cabeza. El coloso brama. La platea queda en silencio. Su permanencia en escena es la suficiente para darle credibilidad al personaje. Bufano prescinde de recursos audiovisuales y sencillamente anima la criatura, lo hace con la actuación deliciosa de los titiriteros y su precisa marca de dirección.
Alianzas necesarias
El último cambio escenográfico nos trae al jardín otra vez, donde la infantina pasea en una góndola, que no visualizamos y sí la vemos ondularse sobre las aguas desde la gestualidad de un paje. Completamente enamorada de su guerrero, espera.
En el reino de Micomicón caen algunas máscaras (muchas están reservadas para el soberano) y disfraces. Los arrumacos entre las almas gemelas no se espoilean.
Elegir el texto de Ramón del Valle-Inclán y adaptarlo para el teatro de títeres y objetos es todo un desafío. La decisión de convidar la versión a las nuevas infancias encierra el reto inteligente de contarles una historia diferente para compartir con sus familias, e invitarlas a mantener ojos y oídos bien atentos. ⧫
👏ATREVIDA
Por Patricia Lanatta
➥LA CABEZA DEL DRAGÓN
Autor/ Ramón del Valle-Inclán
Intérpretes/
Lorena Azconovieta
Andrea Baamonde
Yanina Campanini
Mariano Del Pozzo
Bruno Gianatelli
Julia Ibarra
Ludmila Man
Morgana Marchesi
Lucila Mastrini
Fernando Morando
Estanislao Ortiz
Olavia Paz Campos/Ana Galati
Esteban Quintana
Gabriela Zamboni
Andrea Baamonde
Yanina Campanini
Mariano Del Pozzo
Bruno Gianatelli
Julia Ibarra
Ludmila Man
Morgana Marchesi
Lucila Mastrini
Fernando Morando
Estanislao Ortiz
Olavia Paz Campos/Ana Galati
Esteban Quintana
Gabriela Zamboni
Equipo creativo
Diseño de vestuario/ Esteban Quintana - Katy Raggi
Diseño de luces/ Omar San Cristóbal
Diseño de sonido/ Alan Guarinacci
Diseño de títeres/ Esteban Quintana
Diseño de mecanismos/ Alejandra Farley
Diseño de escenografía y objetos/ Estanislao Ortiz
Realización de vestuario/ Katy Raggi
Realización de títeres/ Alejandra Farley, Katy Raggi, Inés Sceppa, Ivo Siffredi
Realización de cabezas/ Equipo de Escultura
y Pintura del CTBA
Realización de escenografía y objetos/ Talleres del CTBA
Música original, interpretación y dirección musical/ Paula Vargas
Fotografía/ Carlos Furman
Versión para teatro de títeres y dirección/ Ariadna Bufano
Equipo CTBA
Coordinación de producción/ Constanza Comune Páez
Asistencia de dirección y coordinación de escenarios/ Lucas Bertonasco, Federico
Farano Coordinación de vestuario/ Laura Parody
Coordinación de realización/ Magalí Perel
Producción integral/ Complejo Teatral
de Buenos Aires
Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín
Directora/ Adelaida Mangani
➥Edad sugerida/
A partir de los 8 años
➥Sobre la obra
Estreno/ julio de 2024, Centro Cultural 25
de Mayo
Integró la programación del FIBA, Festival Internacional de Buenos Aires
Distinciones/
Premio Nacional Javier Villafañe VI Edición
Nominaciones/
Adaptación o versión libre de texto para teatro de títeres y/u objetos
Diseño y realización de vestuario
Diseño y realización coreográfica
Mención especial a la Producción integral/ Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín
y Complejo Teatral de Buenos Aires
FUNCIONES/
Sábados y domingos de noviembre, 17 h.
Cine Teatro El Plata
Avda, Juan Bautista Alberdi 5765
ENTRADAS/